sábado, 20 de abril de 2013

Publicado por Yerko | Categoria :

Después de que Burhan al-Din Tirmizi falleciese, Rumi empezó a dar clases y a instruir estudiantes en la madraza de Konya. Había recibido de su padre, el «Rey de los Eruditos» sus primeras lecciones. Por una parte, Rumi daba clases en la madraza, mantenía conversaciones con aquellos que buscaban la verdad y contestaba a sus preguntas; por otra, guiaba a los enamorados de Dios y les advertía y aconsejaba.

De este modo, como su padre, Rumi se convirtió en el sultán de los eruditos de las ciencias religiosas y también en el sultán de los gnósticos en el campo del sufismo. El pueblo admiraba mucho a Rumi. El sultán, los notables y todos los súbditos, la población en general, le conocían como un musulmán notable, un insan al-kamil debido a su devoción en el acto de venerar, su dedicación al ayuno y al rezo, sus virtudes, su humanidad, su amabilidad, su modestia a pesar de su gran conocimiento, su abstinencia del mundo, su servicio en el camino de Muhammad al igual que su padre y su vida inmaculada libre de toda impureza.

Fue en aquella época cuando ocurrió un acontecimiento que cambió la vida de Rumi. Shams al-Din de Tabriz llegó a Konya. Esta humilde persona, Shams de Tabriz, extasió a Rumi, al gran erudito ocupado con sus clases, al prudente gran sufí y al guía espiritual. Hizo de él un ardiente enamorado de Dios.

¿Quién era este Shams al-Din de Tabriz que produjo tal cambio en la vida de Rumi? Aflaki relata por escrito que el padre de Sham al-Din era Ali, el hijo de Malikdad. Ya que nació en Tabriz, podía haber tenido ascendencia turca azeri. Está claro por el Maqalat que era una persona culta y que dominaba las ciencias de su tiempo. Puesto que nunca estuvo en un lugar durante mucho tiempo y viajó a numerosos sitios, se le apodó Shams-i Perende (Shams, «el volador»). También se le nombró Kamil-i Tabrizi («El perfecto de Tabriz»), ya que era un hombre perfecto. Aunque era un gran santo, escondió su persona y sus milagros de la gente. Vivió en ciudades de manera anónima y cuando llegaba a ser conocido abandonaba dicha ciudad. Durante sus viajes, nunca se hallaba en los «dergah» (o residencias de derviches) o en sus madrazas. Se alojaba en posadas cerrando su puerta a cal y canto, no tenía dentro de la habitación nada a excepción de una estera para dormir. Vestía como un comerciante cualquiera, nunca llevaba puesta la vestidura suntuosa de los sheijs. Sipehsalar Faridun Ahmad (fallecido en 1284) le describe como aquél que ha alcanzado la gloria de la proximidad de Dios mientras estaba vivo: el sultán de los santos, el polo de los gnósticos, el heredero de los profetas, la corona de aquellos que aman a Dios y escribe que Rumi era un insan al-kamil, poseedor de clarividencia y estados espirituales. Shams se asemejaba a Moisés en su conexión cercana con Dios y era como Jesús, en su modo de vida solitario y en retiro, la paz sea con ellos.22 Si no hubiera poseído estos atributos, ¿cómo podría haber entablado amistad con Rumi? ¿Cómo podrían estos dos santos, enamorados de Dios, haberse unido como se unen dos mares? En su Ibtidaname, Sultán Valad compara el encuentro de Shams con Rumi con el encuentro de Moisés con el Jidr. Como se sabe, aunque Moisés era un profeta que obtuvo la estación de kalim Allah (alguien que ha hablado con Dios), admiraba a los enamorados de Dios y los buscaba. Del mismo modo, aunque Rumi había alcanzado el escalafón más alto como educador en las madrazas y guía espiritual, todavía admiraba y quería a los enamorados de Dios. En contra de lo que piensan algunos, no estaba buscando un guía espiritual. Había sido educado con el conocimiento y la gnosis de un padre incomparable, Sultán al-Ulama, y se convirtió en un guía espiritual pasando por los niveles del viaje espiritual bajo la guía del más grande guía espiritual, Burhan al-Din Tirmizi.

Shams era también una gran personalidad, amaba a Dios como Rumi así lo hacía, había viajado a muchos sitios y había conocido a un gran número de eruditos y sheijs, y en sus propias palabras, no fue capaz de encontrar lo que estaba buscando en ninguno de ellos. Nadie pudo entender realmente su estado espiritual. Nadie pudo entender la verdad de sus secretos. Rumi había logrado alcanzar los niveles de la perfección, se había asentado en Konya, se había convertido en maestro y en guía espiritual a los cincuenta años de edad. No precisaba ya dirigirse a otros lugares de conocimiento. Shams, sin embargo, tenía más de sesenta años y aún se hallaba de viaje, buscando un guía espiritual, todavía incapaz de establecerse en ningún sitio.

En su libro Maqalat, Shams escribe: «Abandoné Tabriz para encontrar un guía espiritual, dejé la ciudad pero no pude encontrar a dicho guía espiritual. El Universo no está vacío, así pues, debe haber un maestro espiritual en algún sitio... Tuve un sheij en Tabriz, cuyo nombre era Abu Bakr. Hacía cestas y se ganaba la vida con ello. Me favorecí en gran medida de él. Pero tenía algo dentro de mí que mi sheij no apreció. En realidad, nadie podía verlo».

No sabemos con seguridad a qué orden sufí pertenecía Shams. Según algunos eruditos, estaba al servicio de Baba Kamal, uno de los discípulos del gran santo Najm al-Din Kubra —y asimismo guía espiritual de Sultán al-Ulama— que falleció en condición de mártir mientras luchaba contra los mongoles. Otros dicen que se hallaba integrado en los Ahbariyya de la rama Jalwati. Sin embargo, como ha sido mencionado anteriormente, Shams indica por sí mismo que era un derviche del sheij Abu Bakr de Tabriz. En realidad, Shams no era la clase de derviche que se quedara con un fabricante de cestas que no podía apreciar lo que había en su interior y que presumía de ser un sheij. Confiesa: «Le dejé y lo sintió mucho». Quién sabe, podría haber confrontado a su sheij con sus errores y le dejó, nadie lo sabe con seguridad. Shams no podía contemplar nada en un sheij que no pudiese apreciar nada en él.

En aquellos días Shams era incapaz de encontrar lo que estaba buscando en los sheijs famosos que encontró en diferentes sitios, a los que conoció y a cuyas clases atendió. Fue incapaz de servirles. Estaba buscando el guía espiritual perfecto. En su mente, tenía la imagen de un sheij puro, intachable que viviese como un Compañero del Profeta, íntegramente inmerso en el camino de Muhammad. Sin embargo, ya que apreció fallos en las personas que decían ser sheijs con las que se encontró, no pudo servirles. Se entristecía cuando no podía encontrar el modo islámico en aquellos que todo el mundo respetaba y cuyas manos besaban. Dijo en su Maqalat: «Ni siquiera fue ayer cuando abandonó el vientre de su madre y ya hoy señala: “Soy la verdad”. ¿Cómo puede alguien que ha nacido del vientre de tal o cual mujer decir que es la Verdad? La mayoría de estos sheijs son bandidos de la religión de Muhammad. Bloquean los caminos de la gente». Shams siempre estaba alejado de los sheijs que estaban buscando alcanzar cierto grado de ostentación y reputación y hasta que encontró a Rumi no se puso al servicio de ningún guía. Cuando Shams-i Tabriz conoció a Rumi, cuando vio la verdad en él, señaló: «Encontré lo que estaba buscando en mi Hudavendigar, Rumi» y se quedó en Konya.

Aflaki relata que antes de su encuentro en Konya, Rumi y Shams se habían conocido en Damasco. Escribe que en cierta ocasión, mientras Rumi estaba en el mercado, alguien vestido completamente de negro con un sombrero cónico besó la mano de Rumi y le dijo: «¡Oh juez de la realidad de los significados! ¡Encuéntrame! ¡Entiéndeme!» y luego desapareció en la multitud. Narra que este hombre era Shams. Shams llegó a Konya en la mañana de un sábado 23 de octubre de 1244. Como era su costumbre, fue directamente a una posada. Se dice que fue a la posada de los Pirinçciler («agricultores del arroz») o Þekerciler («productores de azúcar») y alquiló una habitación. También se dice que para que la gente pensase que era un comerciante rico, puso una cara cerradura en su puerta que costaba tres dinares y ataba la llave al final de su turbante dejándola colgar de su hombro. Sin embargo, no había nada en la habitación de Shams a excepción de una estera, una jarra rota y un ladrillo secado al sol que usaba como almohada. No hay información acerca de cuánto tiempo pasó en Konya antes de conocer a Rumi.

Los relatos de su encuentro con Rumi son numerosos. Según el relato de Aflaki, cierto día Rumi salía de la madraza «Ýplikçi» montando su burro, y acompañado de sus estudiantes y discípulos. En ese momento Shams al Din de Tabriz corrió hacia Rumi y tomó las riendas del burro. Sin embargo, Sipehsalar narra el encuentro de Rumi y Shams del modo siguiente: «Shams al Din de Tabriz llegó a Konya por la noche. Se dirigió a la posada Pirinçciler. Había un sofá decorado enfrente de la puerta de la posada. Normalmente los individuos de elevada posición se sentaban en ese sofá. Shams se sentó allí por la mañana. Para Rumi estaba claro a través de la luz de santidad de la profecía que Shams había llegado. Saliendo de su feliz hogar, fue en esa dirección. En el camino, la gente intentó acercarse a él y mostrarle respeto. En ese momento la mirada de Rumi se encontró con la de Shams. Comprendió que la persona que se le predijo en su sueño era esta persona. No dijo nada. Mevlana Hudavendigar vino y se sentó en otro sofá enfrente de Shams. Durante cierto tiempo no se dijeron nada. Después empezaron a conversar:

Shams:—¿Es el profeta Muhammad mejor que Bayazid Bistami?

Rumi:—¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto, el profeta Muhammad es mejor.

Shams:—Sí, pero Muhammad indica: «A veces mi corazón se cubre. Por lo tanto, setenta veces busco la ayuda de mi Señor y pido perdón» mientras que Bayazid señala: «No tengo nada que ver con los atributos imperfectos. ¡Qué acontecimiento tan importante es mi creación y apariencia!» y «no hay nada debajo del manto que llevo sino Dios». Y se considera superior. ¿Qué piensa de este asunto? ¿Qué opina?

Rumi: —Muhammad avanzaba setenta niveles cada día. Y cada vez que avanzaba a un nivel más elevado se avergonzaba de su estado en el nivel anterior y pedía perdón. Por otra parte, Bayazid se sorprendió de la grandeza que había alcanzado en el primer nivel. Se perdió a sí mismo y expresó estas palabras.

Tras esta conversación, Rumi y Shams dejaron los sofás, se saludaron y se abrazaron. Después, en la pequeña habitación de Yalal al-Din Zarqubi, tuvieron distintas conversaciones durante seis meses. En el libro Ibtidaname, Sultán Valad expresa la intimidad y admiración que existía entre ambos: «Cuando Rumi contempló el rostro de Shams, le fueron revelados los secretos. Vio cosas ocultas. Oyó cosas que nunca había oído de nadie. Era casi como si la sombra de Rumi hubiese desaparecido en la bendita luz de Shams».

En esta intimidad, en esta verdadera amistad, en este divino amor, uno no puede reclamar superioridad o enfatizar una diferencia diciendo quién va a ser el guía espiritual de esa o aquella persona o quién va a ser discípulo de tal o cuál individuo. Este pareado de Amir Jusraw Dahlavi describe la situación de los dos enamorados de Dios: «Me convertí en ti y tú te convertiste en mí. Me convertí en la carne y tú te convertiste en el alma. Después de esto nadie puede decir que estoy separado y que tú te hallas separado».El hecho que estos dos santos se encontraran, se amaran como verdaderos amigos de Dios y continuamente pasaran su tiempo juntos no fue bien recibido por aquellos a su alrededor. Los estudiantes de Rumi, sus discípulos, los notables, los imanes y hombres religiosos, e incluso miembros de su propia familia odiaban a Shams porque no podían ver ni sentir la verdad, el amor y el poder de la fe de Shams que tenía tanta influencia en Rumi.

La mujer de Rumi, Karra Hatun, narra que antes de la llegada de Shams, Rumi leía el libro Ma’arif, obra de su padre Baha al-Din Valad bajo la luz de una vela hasta el anochecer. Shams no sólo le apartó de la lectura del libro de su padre, sino que tampoco le permitió leer los poemas recopilados de al-Mutanabbi que tanto le gustaban a Rumi, o ningún otro libro. Esto se debía a que concedía suma importancia al conocimiento del corazón, a la Inspiración y la Atracción Divina pero no al conocimiento que iba a olvidarse, que iba a ser un problema para el hombre y que iba a inflamar el ego del hombre. El conocimiento del corazón no se aprende de los libros. Estaba convencido de que si un hombre viviese seis mil años, incluso si se le diese la vida de Noé multiplicada por seis, lo que obtuviese gracias al esfuerzo durante mil años no sería igual a la Inspiración Divina obtenida por medio de hallarse por un momento en unión con Dios. Shams adoptó como conversación fundamental la Atracción de Dios. Mantuvo que el conocimiento no era un objetivo en sí mismo sino un medio para que podamos percatarnos de nuestra incapacidad, de darnos cuenta de la verdad y comprender a Dios. Por lo tanto, separando a Rumi de las cosas que más quería, Shams estaba intentando llevar a Rumi incluso más cerca de Dios de lo que ya estaba.

Distrajo a Rumi de la devoción total de aquellos libros, que se pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo en el vestíbulo dedicado a las reuniones de la madraza. Tampoco permitió que le viese todo el mundo. Sentándose delante de la puerta de la madraza, preguntaba a aquellos que venían a ver a Rumi, «¿Qué traes como regalo de súplicas y agradecimiento? Enséñamelo y te mostraré a Rumi». Cierto día cuando alguien se enfadó con este extraño hombre le preguntó: «¿Qué trajiste tú para que necesitásemos a su vez traer algo?», Shams dijo, «Me traje a mí mismo, sacrifiqué mi cabeza por su causa».

En Ibtidaname, Sultán Valad describe lo próximo que se hallaba Shams de Rumi y lo mucho que le influenció: «Cuando la gente contempló este vínculo, esta lealtad, este éxtasis y amor tuvieron envidia y empezaron a criticar. Algunos sheijs y cierta gente importante empezaron a rumorear sin tapujos: «¿Qué clase de hombre es este que ha cambiado tanto a Rumi? Mientras ninguno de nosotros aprecia nada bueno en Shams, ¿por qué Rumi le considera un hombre superior y le honra? No posee estado espiritual ni conocimiento. ¿Es posible que se le pueda nombrar como un hombre de la Gracia Divina y concluir que el ojo de su corazón se halla accesible?» Cuando Shams vio que las cosas se estaban descontrolando y que toda la población se estaba volviendo en su contra, desapareció de repente un día.

Tras quince meses y veinte días, Shams dejó Konya el 15 de febrero de 1246.
En Ibtidaname, Sultán Valad narra que Rumi estaba muy triste por la partida de Shams y que incluso no miró los rostros de aquellos que habían causado su partida. También indica que estas personas se arrepintieron de lo que habían hecho y Rumi les perdonó. Mientras Sultán Valad escribe que Shams fue directamente a Damasco, Sipehsalar cuenta que se desconoce adónde se dirigió Shams. Después de cierto tiempo, Shams envió una carta a Rumi desde Damasco y de esta forma se aclaró que Shams había viajado a dicha ciudad. Rumi contestó, aunque en aquellos días no había servicio postal como hoy en día, las cartas las llevaban mensajeros especiales y tardaban mucho tiempo. En el libro de Aflaki Manaqibul Arifin se pueden encontrar cuatro cartas de Rumi en verso para Shams. Cito a continuación algunos pareados de estas poéticas cartas como ejemplo de su conversación:

¡Oh luz de mi corazón, ven! ¡Oh propósito de mis luchas, ven! Sabes bien que nuestras vidas se hallan en tus manos. ¡No hagas la dulce vida difícil! ¡No atormentes a tus esclavos, ven! ¡Oh amor, oh amado, vence los obstáculos, abandona la tenacidad y ven! ¡Oh gran persona de mundo! Te envío mis saludos. Debes saber que mi salud y enfermedad están a tu discreción. Incluso si no estoy físicamente contigo y no estoy sirviéndote, mi espíritu y mi corazón se hallan sin duda contigo. ¡Que la vida de nuestro honorable maestro sea larga! ¡Que Dios sea su protector y sustentador! ¡Qué no haya personas sin amor y con corazones helados de piedra en su alegre y cálida asamblea llena de dulce y bella conversación!

Tras recibir una carta de Shams, Rumi llamó a Sultán Valad. Le suministró algo de dinero y le dijo: «Ve como mensajero. Extiende este dinero a sus pies y pídele un favor de mi parte. Aquellos que le trataron mal están arrepentidos. Permítele que nos haga un favor y que regrese». Sultán Valad aceptó con entusiasmo esta misión. También quería mucho a Shams. Había visto la grandeza de Shams y había entendido su verdad. Describiendo su viaje a Damasco, Sultán Valad relata: «Corrí sin cansarme, crucé las montañas sin considerarlas nada más que unos montones de heno. Las espinas del camino me parecieron rosas».

Aflaki escribe que Sultán Valad viajó junto a veinte personas. Encontraron a Shams en Damasco. Sultán Valad hizo lo que se le pidió. Colocó el dinero a los pies de Shams. Cuando Shams vio las monedas, sonrió y dijo: «¿Por qué Rumi, aquél de un carácter como el de Muhammad — la paz sea con él—, nos preocupa con dinero? Su petición es más que suficiente». Entonces aceptó volver a Konya. Sultán Valad y sus amigos estuvieron en Damasco unos días. Tuvieron lugar ceremonias sema— ceremonia giratoria de danza y meditación religiosa llevada a cabo por los derviches de la orden mevlevi— y descansaron para luego dirigirse a Konya con Shams.

Cuando la caravana de Damasco se acercó a Konya, Sultán Valad envió un mensajero a su padre. En el momento en que Rumi recibió las buenas nuevas, salió de la ciudad para darles la bienvenida junto con derviches, importantes funcionarios gubernamentales y sirvientes de Rumi. El 8 de mayo de 1247 Shams honró Konya una vez más. Cuando Shams vio a Rumi, descabalgó su montura y se abrazaron. Los dos mares de la realidad del significado se reunieron una vez más.


Cuando Shams regresó a Konya, sus adversarios en principio se hallaban arrepentidos de lo que habían hecho. De la misma manera que Rumi, Shams les perdonó a todos, Rumi y Shams, ambos por igual, poseían el carácter de Muhammad, la paz sea con él. Se conoce fehacientemente que el Profeta perdonó a aquellos que le arrojaron piedras en Taif, hiriéndole los pies. Rumi había ya perdonado a aquellos que habían obrado en contra de Shams y que habían extendido rumores sobre él antes de que Shams regresase. Shams hizo lo mismo.

Fue indulgente con aquellos que le maltrataron y les perdonó. ceremonias sema empezaron a organizarse y Rumi y Shams recibieron invitaciones de varias personas. Pero los días de alegría y entusiasmo con las ceremonias sema no duraron mucho. El rencor y el odio surgieron una vez más. Rumores en contra de Shams se propagaron de nuevo. Muy pronto a esto le sucedieron mentiras e instigaciones que se prolongaron sin control. Esta vez las provocaciones eran más intensas. En el relato de Sultán Valad, Shams no podía soportar los insultos y las amenazas y dijo: «Esta vez cuando me vaya, me iré de tal modo que nadie encontrará mi rastro. Desapareceré de tal manera que el tiempo pasará y ni el polvo de mi huella será encontrado. Dirán: “Definitivamente, un enemigo suyo debe haberle matado”». Shams había abandonado Damasco junto con Sultan Valad y sus amigos con esperanzas y gran anhelo, cruzando montañas y ríos. Ahora estos individuos inmaduros que envidiaban su devoción a Rumi y el respeto e intimidad de Rumi hacia él le estaban molestando continuamente. Ya que Shams era muy buena persona, hizo caso omiso a los ataques y las habladurías de los malintencionados que le envidiaban y no le hizo saber nada de ello a Rumi. La esposa de Shams, Kimia, a quien Shams quería muchísimo, murió poco después de su boda. No importa lo grande que una persona sea, Shams después de todo también era un ser humano. La muerte de su mujer por una parte y las habladurías por otra habían acabado con él. No tenía fuerza para enfrentarse a los insultos y las amenazas. Su vínculo con Rumi y la verdad que vio en él eran lo único que le mantenía con vida. Un jueves de diciembre de 1247, Shams desapareció.

Según Sipehsalar, la mañana que Shams desapareció, Rumi fue a la madraza y no pudiendo encontrarle se puso muy triste. Inmediatamente fue a la habitación donde Sultán Valad estaba durmiendo y le llamó para que saliese: «Baha al-Din, ¿por qué estás todavía durmiendo? Levántate y busca a tu sheij. A nuestros espíritus se les niega una vez más su agradable olor» Sin embargo, Aflaki relata dos diferentes relatos de la desaparición de Shams. Según el relato de Sultán Valad, cuando Shams y Rumi se hallaban sentados, alguien de fuera llamó a Shams. Shams dijo a Rumi: «Me están convocando a la muerte». Tras un breve silencio Rumi recitó el siguiente versículo del Corán: «¿En verdad son Suyas la creación y la orden? ¡Bendito sea Dios, Señor de todos los Mundos!». Al oír esto Shams salió fuera; siete personas que le estaban esperando escondidas, se abalanzaron sobre él y le martirizaron con cuchillos. Shams gritó y todos ellos se desmayaron. Cuando Rumi oyó el grito de Shams dijo: «Dios hace como Él quiere y juzga como Él quiere». Cuando los atacantes de Shams se recuperaron del desmayo, vieron unas pocas gotas de sangre en el suelo aunque Shams había desaparecido.

El segundo relato de Aflaki es el siguiente: Shams feneció como mártir y habían arrojado su cuerpo a un pozo. En cierta ocasión Shams apareció en el sueño de Sultán Valad y le enseñó el pozo en el que habían arrojado su cuerpo. Entonces fue con unos pocos amigos, sacó el cuerpo del pozo y lo enterró cerca de la madraza de Rumi próxima a la tumba de Emir Badr al-Din Govhartash, quien la había construido.

Bajo la luz de estos relatos decorados con fantasías, debemos preguntarnos si Shams desapareció tal y como había predicho: «Me marcharé de tal modo que nadie me encontrará». ¿Se fue en un viaje sin regreso o le martirizaron? Sólo Dios sabe la verdad. Cuando tenemos en cuenta los relatos de Aflaki, podemos llegar a esta conclusión: En el momento que Shams estaba con Rumi, alguien le llamó para que sa¬liese, pero nunca regresó y nunca se le vio después de esto. ¿Le raptaron aquellos que le llamaron? ¿Le mataron? ¿Le ayudaron a ir a un lugar fuera de Konya? ¿Se dirigió Shams a Damasco, adonde había marchado antes? Las respuestas no se saben con seguridad. La única cosa que conocemos a ciencia cierta es que Rumi desconocía por completo el martirio de Shams. ¿Mantuvieron esa tragedia en secreto a Rumi? ¿Ocurrió tal tragedia? ¿Como puede mantenerse la verdad en secreto a un gran santo? De la misma manera que se había percatado de la primera llegada de Shams en Konya con la luz divina de la santidad, como Sinpehsalar escribe, así como se dirigió a la posada «Pirinçciler» donde Shams se hospedaba y le encontró, sabría que Shams había sido martirizado y no iría dos veces a Damasco en su busca. Como escribe Abdulbaki Gölpýnarlý (fallecido en 1982), «El versículo del Corán que recitó Rumi, el grito de Shams, el desmayo de los asesinos y las pocas gotas de sangre en el suelo son componentes épicos que muestran cuál pensamiento místico está involucrado en este suceso».


Sefik Can

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